Desde su creación en 1905, Rolex se ha embarcado en una búsqueda particular que reúne las destrezas de muchos y requiere un arduo trabajo, día tras día, año tras año. Una labor exigente, rigurosa y perpetua. La búsqueda de la excelencia.
La visión de Hans Wilsdorf, el fundador de Rolex
Para seguir la visión de nuestro fundador, Hans Wilsdorf, seguimos prestando nuestra ayuda a los pioneros entre nosotros. Los hombres y mujeres que, en su época, dejaron huella y continúan dejándola en la actualidad. Las décadas de experiencia acumuladas en sus muñecas no dejan de inspirar nuestro trabajo como relojeros. Dentro de nuestros talleres, donde concebimos todos nuestros relojes, cada uno de ellos se somete a pruebas en cada paso de la fabricación para que cumpla nuestros criterios superlativos.
Requiere mucho tiempo pero, para nosotros, lo mejor siempre puede y debe mejorarse. Por tanto, mejoramos la hermeticidad de nuestros productos al desafiar constantemente nuevas profundidades. Aumentamos su robustez perfeccionando nuestro dominio de los materiales y los métodos de producción. Incrementamos su precisión y autonomía inventando sin cesar nuevas generaciones de movimientos.
Savoir‑faire integrado para una pericia esencial
Aun así, nuestro deseo de rebasar los límites constantemente sería en vano sin nuestra autonomía. Es al integrar todo el savoir‑faire y perfeccionarlo regularmente que creamos nuestras propias reglas y criterios superlativos. Criterios que luego solo pretendemos superar y poner aún más altos, siempre.
Único, fiable y poco común
Levantamos el velo sobre partes de nuestro savoir‑faire con la esperanza de que pueda comprender lo que hace que un Rolex sea realmente único. Su calidad superlativa. Su rareza. Su fiabilidad inquebrantable, en cualquier circunstancia. Porque cada reloj Rolex es la expresión por excelencia de lo que nos esforzamos por conseguir, perpetuamente: la excelencia relojera al servicio de los logros humanos.
El «savoir‑faire» relojero de Rolex